La imagen de esta mujer, que ha conseguido escapar del
horror yihadista, despojándose del chador me ha impresionado.
Debajo de ese guardapolvo negro, aparecen los colores
de la vida, es un canto a la esperanza y a la libertad. Ella representa la
imagen de la lucha de todas esas mujeres que han logrado sobreponerse a la
tragedia que asola a países cómo Siria e Irak.
Las mujeres cómo ella y sus hijas adolescentes, ya no
van a ser esclavas sexuales, no van a ser vendidas por unos pocos dólares ni
cambiadas incluso por un miserable paquete de cigarrillos. Las mujeres cómo
ella, no tendrán que sentirse orgullosas e incluso contentas de ser violadas,
por los que presumen ser los hijos perfectos del profeta.
Mientras occidente tarda en reaccionar y mira para
otro lado, cientos de miles de mujeres, hombres, niños y ancianos, sufren el
terror de un puñado de fundamentalistas, que como estamos comprobando día tras
día, están dispuestos a hacer cualquier barbaridad. No se cómo se puede poner freno
a todo esto, pero evidentemente algo hay que hacer. Las prioridades de
occidente y sobre todo de Europa, en este momento no están en discutir sobre la
deuda griega, sobre si Inglaterra se ira o no de la Comunidad Europea, o de si
vuelve a iniciarse un periodo de guerra fría entre la OTAN y Rusia.
Europa debería de adoptar un compromiso mayor a todos
los niveles con estos refugiados. Pero no cerrando sus fronteras, ni
dificultándoles el acceso. No se puede repetir lo que ha estado ocurriendo
recientemente en la frontera entre Italia y Francia.