Llegados a esta situación donde los clubes de futbol, se
construyen a golpe de talonario y donde los sentimientos de los peloteros hacia
su club y las aficiones son directamente proporcionales a la cantidad de los
millones de euros que se ponen encima de la mesa, esto es señal de que algo no
funciona bien.
En tiempos de la dictadura, decían que el futbol era el opio
del pueblo, con el futbol se despistaban los problemas reales del país. Ahora
también sirve para despistar y encima es un pozo de deudas y corrupción. No
puedo dejar de pensar que con lo que ganan unas pocas estrellas, todos los
niños de este país, podrían comer 3 veces al día de forma equilibrada y para
siempre.
Hace tiempo que empezó mi desinterés por este negocio. Fundamentalmente dos han sido
los acontecimientos que me marcaron. Marzo
de 1992, la muerte de un niño de 13 años en el estadio del Español como
consecuencia del impacto de una bengala, lanzada por un energúmeno desde la
grada contraria. Diciembre de 1998, la muerte de Aitor Zabaleta (hincha de la
Real Sociedad), en los alrededores del Vicente Calderón, asesinado por los
ultras del Atlético de Madrid.
Ahora disfruto poco del futbol. Solamente estoy contento
cuando “los poderosos” vienen a San Sebastian o a Bilbao y pierden. Y no te
digo nada, si se diera la casualidad de que también el Eibar les ganara alguna
vez. Me alegra ver como los directivos y las aficiones de estos clubes, pasan
un mal fin de semana. Ellos, que han sido hechos para ganar, no entienden que
la fuerza de los sentimientos a veces pueden más que millones de euros.
A todos aquellos que creen pertenecer a los mejores clubes
del mundo, les diría tres cosas. La primera que el mejor equipo del mundo,
tiene que tener unos dirigentes honestos. La segunda que los peloteros tienen
que estar identificados con los valores que representa el club, mas
sentimentalmente que por dinero y tienen que ser ejemplares en todo. Y la
tercera y más importante: hay que tener la mejor afición.
Así que: aplíquense el cuento!!!
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