miércoles, 28 de octubre de 2015

Se nos van a morir a la puerta de casa.







Pues si, parece mentira pero de eso nada. No estamos ante una broma de mal gusto, esto va muy en serio.

Semanas y semanas llevan los gobiernos europeos, gestionando en drama de los refugiados y la eficacia brilla por su ausencia. El asunto es complicado ya lo se hacen falta muchos recursos; humanos  económicos. Pero resulta que de los impuestos que los gobiernos recaudan de los ciudadanos, nos gastamos cientos de miles de millones de euros en máquinas de matar, miles de millones en tapar los agujeros que ha dejado la corrupción, cientos de millones en apoyar a organizaciones o instituciones tan retrogradas cómo la iglesia y las monarquías, decenas de millones en mantener a partidos políticos ultranacionalistas y xenófobos y así hasta que nos aburramos.
Parece ser que no tenemos dinero suficiente para gestionar el drama de los refugiados y darles el respeto,  la seguridad, la dignidad que se merecen.

Lo que los extremistas y el mediterráneo no han conseguido, lo vamos a lograr los europeos. Nosotros solos y sin ayuda.
Dentro de poco llegara el invierno, la lluvia, el frío, las nieves. Los niños, las mujeres y ancianos, los más débiles de toda esta cadena, que han huido de las guerras, de la miseria y de una muerte casi segura en sus países de origen, se nos van a morir a la puerta de nuestra casa.
Siento vergüenza al mirarles a la cara, no tengo la valentía suficiente de enfrentarme a su mirada.

miércoles, 7 de octubre de 2015

El peso del alma.





No me ha resultado fácil escribir sobre Mark Stugerboon y su caja de recuerdos a la que ha bautizado con el nombre de “21 Gramos”. Han sido 5 o 6 los borradores que me he machacado.
 Según cuenta Mark, la idea del diseño de esta caja se le ocurrió al observar a una anciana viuda, que día tras día y durante unos minutos, observaba y hablaba con dulzura y un profundo amor, con la urna donde estaban las cenizas de su marido, por supuesto sin obtener respuesta alguna.
“21 Gramos” según su diseñador, tiene un sentido muy claro, y no es otro que el de poder recordar y también revivir aquellos momentos íntimos con nuestro ser querido, que ya no está.

En el interior de la caja, que tiene una cerradura y llave únicas, hay un lugar para poner su anillo de casado, un recipiente para su colonia, se pueden guardar sus mejores fotos, e incluso conectando un IPhone, hay un amplificador para poder escuchar aquella música que más les gustaba y con la que en su día, se enamoraron.  
Pero el objeto rey de este kit, es un consolador de cristal, con un recipiente dorado en su interior en el que se guardarán 21 gramos de cenizas del difunto. Según afirma algún iluminado, es 21 gramos que lo que pesa el alma de cada uno de nosotros.

Mark dice que el observar y hablar con el recipiente de las cenizas aunque sea con infinita dulzura, no aporta absolutamente nada a la viuda. Sin embargo, “su maravillosa caja de recuerdos”, permite que los sentimientos e incluso el placer afloren como en los buenos tiempos. En la caja, supongo que también quedara sitio, porque no,  para un lubricante posiblemente con sabor a frutas, a aquellas frutas que al difunto más le gustaban.

La idea puede ser considerada como muy original, pero confieso que a mi no me gustaría ser recordado de esta manera. Psicológicamente no me parece nada adecuado, pero cada cual es muy libre de hacer lo que quiera. Al imaginarme la historia al completo, un escalofrío me recorre la espalda y me produce bastante desasosiego.
No me gusta ninguna, pero ante las dos imágenes contrapuestas que tiene esta historia, me quedo con la de la viuda hablando con amor a lo que queda de su marido, representado en la urna que contiene sus cenizas.