miércoles, 7 de octubre de 2015

El peso del alma.





No me ha resultado fácil escribir sobre Mark Stugerboon y su caja de recuerdos a la que ha bautizado con el nombre de “21 Gramos”. Han sido 5 o 6 los borradores que me he machacado.
 Según cuenta Mark, la idea del diseño de esta caja se le ocurrió al observar a una anciana viuda, que día tras día y durante unos minutos, observaba y hablaba con dulzura y un profundo amor, con la urna donde estaban las cenizas de su marido, por supuesto sin obtener respuesta alguna.
“21 Gramos” según su diseñador, tiene un sentido muy claro, y no es otro que el de poder recordar y también revivir aquellos momentos íntimos con nuestro ser querido, que ya no está.

En el interior de la caja, que tiene una cerradura y llave únicas, hay un lugar para poner su anillo de casado, un recipiente para su colonia, se pueden guardar sus mejores fotos, e incluso conectando un IPhone, hay un amplificador para poder escuchar aquella música que más les gustaba y con la que en su día, se enamoraron.  
Pero el objeto rey de este kit, es un consolador de cristal, con un recipiente dorado en su interior en el que se guardarán 21 gramos de cenizas del difunto. Según afirma algún iluminado, es 21 gramos que lo que pesa el alma de cada uno de nosotros.

Mark dice que el observar y hablar con el recipiente de las cenizas aunque sea con infinita dulzura, no aporta absolutamente nada a la viuda. Sin embargo, “su maravillosa caja de recuerdos”, permite que los sentimientos e incluso el placer afloren como en los buenos tiempos. En la caja, supongo que también quedara sitio, porque no,  para un lubricante posiblemente con sabor a frutas, a aquellas frutas que al difunto más le gustaban.

La idea puede ser considerada como muy original, pero confieso que a mi no me gustaría ser recordado de esta manera. Psicológicamente no me parece nada adecuado, pero cada cual es muy libre de hacer lo que quiera. Al imaginarme la historia al completo, un escalofrío me recorre la espalda y me produce bastante desasosiego.
No me gusta ninguna, pero ante las dos imágenes contrapuestas que tiene esta historia, me quedo con la de la viuda hablando con amor a lo que queda de su marido, representado en la urna que contiene sus cenizas.

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