Él,
que es capaz de transportarse al más allá, seguramente en su paseo por Auschwitz ha escuchado las penas, los
gemidos y los lamentos de aquel millón de personas que en ese campo de
concentración, dejaron a un lado sus vergüenzas y perdieron su capacidad de
amar, de llorar, de vivir e incluso de sentir.
"Arbeit macht frei" (El trabajo os hace libres),
esas son las palabras del exterminio que recibían a los prisioneros a su
llegada a Auschwitz y son las que han recibido a Francisco. Debe de ser sobrecogedor,
pasear por el lugar donde fueron cruelmente exterminadas más de un millón de
personas. Pasear en silencio, exterminio en silencio.
El Papa Francisco, seguramente ha podido sentir como están presentes todavía
en Auschwitz los bramidos de los oficiales de las SS, los insultos, los golpes
y las vejaciones de los capos, los delirios producidos por las fiebres de los
enfermos y enfermas de tifus y tuberculosis, las lentas y crueles agonías de
todas y todos aquellos que morían de hambre, los sollozos de los niños que
buscaban a sus padres, los mensajes de amor hacia los seres queridos, las
blasfemias por la maldita suerte que les acompañaba, las alucinaciones producto de la locura…
Cabizbajo, es muy posible que Francisco le haya reprochado
a Dios que “aquello se le fue de las manos.” Al fin y al cabo, Francisco es
humano y cómo cualquiera de nosotros en un momento de debilidad, ha podido
preguntar y buscar explicaciones, si es que existen, a tanta crueldad.
Esta vez no ha habido ningun discurso, pero no hacía falta. Francisco ha elegido el silencio para hacernos ver a todos el horror tan inmenso que allí hubo y la esperanza de que jamás se volverá a repetir algo parecido.
Esta vez no ha habido ningun discurso, pero no hacía falta. Francisco ha elegido el silencio para hacernos ver a todos el horror tan inmenso que allí hubo y la esperanza de que jamás se volverá a repetir algo parecido.