sábado, 23 de abril de 2016

¡A Dios, se le han ido muchas cosas de las manos!




La verdad, es que todavía y a estas alturas de la vida, hay cosas que vas sabiendo sobre la forma de actuar del nazismo que consiguen romperte el alma en mil pedazos. El relato de Harold Le Druillenec es sobrecogedor. Uno se da cuenta de que aquellas mayores atrocidades que te pudieras imaginar, se quedaban cortas ante la realidad de lo que realmente pasó. Por si fueran poco las cámaras de gas, las torturas, los trabajos forzosos, las violaciones, la experimentación médica, los millones de personas muertas a causa del abuso y negligencia; resulta que hubo miles y miles de personas sin comida y sin agua, abandonados a su suerte que no tuvieron más remedio que comerse los unos a los otros. El objetivo primordial era el de la supervivencia, a costa de lo que fuese.

Recuerdo ahora el libro “El hombre en busca de sentido” de Viktor Frankl, libro de recomendable lectura, donde el autor, médico psiquiatra de profesión y superviviente de los campos de concentración nazis de Auschwitz y Dachau, nos cuenta su experiencia y su lucha por la supervivencia, en los terribles años que duro su detención.
A pesar de todas las penalidades por las que tuvo que pasar, el Dr. Frankl logro encontrar un sentido a su vida y consiguió  sobrevivir. Nos cuenta, corroborando lo que describe Harold Le Druillenec, que la mayor parte del exterminio se produjo los campos pequeños, no en aquellos más grandes y famosos.
La batalla por la supervivencia era durísima. La lucha por un mendrugo de pan, por salvar la propia vida o la de un amigo era encarnizada. Uno vivía para que otro muriera.

Nuestras sociedades están acostumbradas a señalar a otros cómo los culpables de sus desgracias y penalidades. Es complicado asumir los propios errores y los problemas derivados de los mismos. En Calcuta, se derrumba un puente en construcción por designio de Dios, no por negligencia ni por nada achacable al constructor. Tirando de ese hilo, las mayores calamidades que ha sufrido la humanidad, son también culpa de Dios. Al fin y al cabo, Dios no va a decir nada, no puede protestar y en el nazismo, es evidente que el asunto se le fue de las manos. Pero las mujeres y hombres de este mundo, tienen un poder incalculable, a pesar de que Dios les abandona, para sobrevivir y hacer frente a las mayores calamidades que nos podamos imaginar. Mi recuerdo aquí, para todos los refugiados que malviven y mueren por encontrar una vida mejor.

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