Foto: Joseph Eid/AFP
Mohammad,
que así debe de llamarse nuestro hombre, tiene aproximadamente75 años.
Ocho años de guerra cruel, han terminado con su país. Si es que algún día llega la paz, seguramente ya
no va a poder ver cómo será su ciudad una vez reconstruida.
Ha
perdido a toda su familia. Su esposa murió hace 3 años a la puerta de su casa,
un día que salía a comprar algo para comer. Tuvieron 5 hijos y 12 nietos pero
ya no queda nadie. Los que no han muerto por culpa de las bombas, han huido en
busca de una vida mejor. Mohammad no sabe si están vivos, si han llegado a esa
Europa soñada y supuestamente acogedora, si están enterrados en el
Mediterráneo, si están en algún campo de refugiados en Turquía o si vagan por
los Balcanes, buscando la salida del laberinto en el que Europa les ha metido.
La
mayoría de sus vecinos, también han huido. Las tertulias con sus amigos Abdulah,
Mahmud y Rahman, fumándose una buena pipa, ya no son posibles; ya no saluda a sus
vecinas cada mañana y no oye por las tardes los juegos de los niños y por todo
eso la vida de Mohammad, prácticamente carece de sentido. Las imágenes de lo
que fue su vida, pasan por su cabeza a gran velocidad.
Su familia, ha sido siempre una familia de gente trabajadora. Recuerda cómo con 20 años, monto una tienda, donde hacía pan, vendía fruta e incluso reparaba bicicletas. Cuando conoció a Shadiya, la que iba a ser su esposa, siempre supo que sería la mujer de su vida y la verdad es que no les fue nada mal. Crear una familia numerosa, siempre tiene sus complicaciones, pero al final todo se compensa con los buenos momentos que ofrecen los niños. Consiguieron tener una vida digna y quererse mucho, a pesar de las adversidades.
Su familia, ha sido siempre una familia de gente trabajadora. Recuerda cómo con 20 años, monto una tienda, donde hacía pan, vendía fruta e incluso reparaba bicicletas. Cuando conoció a Shadiya, la que iba a ser su esposa, siempre supo que sería la mujer de su vida y la verdad es que no les fue nada mal. Crear una familia numerosa, siempre tiene sus complicaciones, pero al final todo se compensa con los buenos momentos que ofrecen los niños. Consiguieron tener una vida digna y quererse mucho, a pesar de las adversidades.
Ahora,
cuando mira por la ventana y ve tanta destrucción no puede evitar el llorar. El
es un hombre y los hombres nunca lloran, pero no puede evitarlo. Su barrio y su
cuidad destruidos, por la locura de unos pocos. ¡Que triste es todo!
Pero
hay algo que le da sentido a la poca vida que le queda. En su casa destruida por los bombardeos puede escuchar
música con su viejo tocadiscos milagrosamente intacto. La música le trae
recuerdos que son los que le hacen levantarse cada mañana.
Ve a su mujer cantando aquellas canciones de amor que tanto le gustaban. A sus hijos y a sus nietos, disfrutar con las canciones infantiles y se sigue viendo a él mismo dirigiendo a la orquesta sinfónica de Berlín, cuando suenan los acordes de La Bohème de Puccini. Su país es Siria, su ciudad Alepo y ambos sobreviven en su memoria gracias a un tocadiscos.
Ve a su mujer cantando aquellas canciones de amor que tanto le gustaban. A sus hijos y a sus nietos, disfrutar con las canciones infantiles y se sigue viendo a él mismo dirigiendo a la orquesta sinfónica de Berlín, cuando suenan los acordes de La Bohème de Puccini. Su país es Siria, su ciudad Alepo y ambos sobreviven en su memoria gracias a un tocadiscos.
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